miércoles, 25 de junio de 2008

Viajar, contar, hacer viajar

Como asegura Martín Caparros: “ viajar para contarlo: el temor de que ya no pueda viajar sin la excusa de un relato futuro. Ese relato como amenaza que obliga a una intensidad de la mirada, que me obliga a mirar lo que no miraría. Y la sospecha de que cualquier viaje sin esa amenaza seria de una levedad insoportable. Que no tendría sentidos.”
¿No tendría sentido? ¿Viajamos sólo pensando en los otros? No, viajamos por y para los demás, por los que no tienen la posibilidad de trasladarse físicamente, para que puedan hacerlo con la imaginación; para que vean a través de nuestros ojos, escuchen a través de nuestro oídos, sientan a través de nuestras manos, para que viajen a través de los sentidos. Viajamos para contarlo, pero mas que nada para que lo escuchen, porque como afirma Jorge Monteleone: “el relato, la relación, la narración son connaturales al viaje y, de algún modo, la condición de existencia de un viaje residiría, en parte, en la posibilidad de ser narrado: también de ser escrito. No sólo de ser escrito: tambien de ser leído”. Viajamos por el afán de dejar una marca, sobre algo o alguien, viajamos para sentir y emocionarnos, pero también para hacer sentir y hacer emocionar. En definitiva, viajamos para contarlo y, para así, hacer viajar.


Viajamos para conocer, para conocer el lugar hacia el que vamos, para recorrerlo, investigarlo, inspeccionarlo, en definitiva nos acercamos para percibir, pero. . . ¿es posible alejarse y así conocer? Según Walter Benjamín: “desde Moscú se aprende más rápido a ver Berlín que Moscú”.



“Una profunda impresión de déja vu acompaña al lector que recorra de manera transversal otros textos de viaje; tiene la impresión de que lo que se repite no son solamente las cosas narradas, sino que hasta las palabras empleadas son las mismas. En la descripción de lo nuevo, el autor se tropieza con fragmentos de otros, parecidos, a veces hasta en la elección de las palabras, pero también hasta en el corte de la información, en la elección de los puntos de vista, en los claroscuros y en la descripción de los detalles considerados interesantes”. Esto es así, ya que viajar implica siempre el mismo movimiento, ese a lo desconocido, ya sea a lo que ya habíamos visto pero sin “mirar” o a aquello que nunca antes había estado frente a nuestras pupilas. Podemos sentirnos extraños en nuestra propia casa o en el otro lado del mundo, la sensación es siempre análoga, aquella que te hace sentir un viajero.


“Uno no necesita un mapa para la ciudad donde nació, uno necesita un mapa para el lugar donde es extranjero. El mapa es la metáfora de que alguien de que se es un forastero. Si aparece un mapa quiere decir que alguien esta ahí perdido” Ricardo Pliglia, Critica y ficción.
Un mapa implica un viajero, alguien que esta allí, sin saber muy bien donde, alguien que está dispuesto a averiguarlo. Una persona que recorre las líneas del mapa y las calles, los lugares, para conocer, para aprender, en fin, para averiguarlo.

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